Indudablemente
novela de protagonista, es en muchos momentos dura y difícil de leer de modo
que necesita una lectura tranquila y reposada porque te fuerza continuamente a
la reflexión. La narración es morosa, detenida, densa, transmitiendo siempre
una compleja manera de entender e interpretar el mundo.
Moses Herzog tiene
cuarenta y siete años, es judío y profesor universitario de filosofía. Ha
tenido recientemente una desastrosa experiencia matrimonial (anteriormente ya
estuvo casado con Daisy, con la que tuvo un hijo, Marco) que ha terminado en un
tormentoso divorcio que le tiene sumido en toda una serie de sentimientos
encontrados: desconcierto, rencor, frustración, humillación...Toda la novela es
una reflexión sobre lo que ha sido su vida en general y su matrimonio en
particular; sobre todo y todos los que le han conducido al estado en el que se
encuentra en la actualidad. Por continuos flashbacks conoceremos el pasado
familiar de Herzog. Su padre, Jonah Herzog, fue un desastroso empresario
dedicado al contrabando de bebidas alcohólicas que tuvo que huir de Rusia a Montreal para
afincarse después en Nueva York, en el barrio de Napoleon street, que tantos
recuerdos traerá a Moses. Tiene una infancia humilde pero feliz con tres
hermanos: Hellen (de la que apenas habla); Shura (que goza de una posición
económica muy buena y al que Moses siente un poco distante) y Willie que es de
todos con el que se siente más unido y al que siempre acude cuando necesita ayuda,
sobre todo económica. Herzog tiene una extraña relación con las mujeres y no
parece que haya encontrado a la más adecuada. Lo que sí es evidente es que huye
de las que le pueden proporcionar sosiego y amor. Casado con Daisy tenía una
amante japonesa llamada Sono: “En la
cama, había acariciado los párpados de Sono como si realizara un experimento,
mientras ella yacía sonriendo. Aquellos párpados pálidos, suaves, complejos y
extraños conservaban un buen rato la huella del roce de los dedos. “A decir verdad,
nunca estuve tan bien –escribió-.
Pero carecí de la fuerza de carácter para soportar tanto gozo”. Y no lo decía
en broma. Cuando el pecho de un hombre se siente como una jaula de la que todos
los pájaros oscuros han volado, es libre, es ligero. Pero anhela que vuelvan
sus buitres. Quiere sus peleas de costumbre, sus tareas anónimas y huecas, su
rabia, sus penas y sus pecados”. Es entonces cuando conoce a Madeleine con
la que se casará y se irá a vivir a una casa de campo grande y ruinosa en
Ludeyville (Massachusetts) en la que invierte toda la ilusión y la herencia de
su padre. Los planes para esa casa son idílicos, él se dedicaría a escribir y
nace su hija June pero desde muy pronto todo comienza a torcerse. Conocen a una
pareja, Phoebe y Valentine Gersbach, de la que se hacen íntimos amigos, tanto
que Valentine (que tiene una pata de palo y es bastante mediocre) iniciará una historia
amorosa con Madeleine, aunque nunca deja a Phoebe. Moses en medio de su
ingenuidad, incluso, le ha nombrado tutor de su hija June en un nuevo
testamento y será él quien cobre dos pólizas de seguros si a Moses le ocurriera
algo. Antes del divorcio, y cuando Herzog no sabía nada de este engaño, se van
los cuatro a vivir a Chicago donde saltará todo por los aires marchándose él a
Nueva York. A lo largo de la novela, Madeleine se perfila como una mujer muy
bella, egocéntrica, hija de un reconocido productor teatral, que nunca amó a
Herzog y que se casó con él viéndole como un posible trampolín intelectual para
ella. En el presente narrativo sigue viviendo en Chicago con su hija, bajo la
tutoría y las vivitas amorosas de Gersbach y tiene interpuesta una orden
judicial para que Moses no se acerque ni a su casa ni a su vida. También en la
actualidad narrativa, Herzog vive en Nueva York y mantiene una peculiar
relación amorosa con Ramona, joven exuberante y de origen hispano, dueña de una
tienda de flores, que le mima todo lo que él se deja. Moses ha dejado de
trabajar un tiempo en la universidad nocturna y lleva una vida caótica en la
que se encuentra desorientado, a veces desesperado y siempre humillado y
decepcionado por lo que le han hecho su mujer, su mejor amigo y todos aquellos
que han tenido algún tipo de influencia en su vida. Hace cosas extrañas y el
lector en un principio puede pensar que está perdiendo la cabeza. En su
desconcierto, su discurso mental va a una velocidad de vértigo y hace densas
reflexiones, áridas de leer, difíciles de entender por un lector medio pero son
ellas las que contienen la vertiente ideológica e intelectual del libro. Además
le ha dado por la extraña manía de escribir cartas a todo tipo de gentes:
“Pero no se trata de una cuestión de miedo, ni de ninguna
palabra que se le parezca...Con todo, ¿qué puede hacer la gente que se dedica a
la reflexión o los humanistas aparte de esforzarse por encontrar palabras
apropiadas? Mírame a mí, por ejemplo: he estado escribiendo cartas
atropelladamente en todas las direcciones. Palabras y más palabras. Persigo la
realidad con el lenguaje. Tal vez me gustaría transformarlo todo en lenguaje,
obligar a Madeleine y a Gersbach a tener conciencia. Ahí tienes una palabra para ti. Debo esforzarme en mantener las
tensiones sin las que los seres humanos ya no podrían llamarse humanos. Si no
sufren es que se me han escapado. Pero yo he inundado el mundo de cartas para
impedir que huyan. Quiero verlos en su forma humana, de manera que evoco su
entorno completo y los atrapo en medio. Pongo todo mi corazón en esas
construcciones. Y sin embargo no son más que eso, palabras que reconstruyen el
mundo” (pp.360-361)
Los
destinatarios están muertos o vivos y a todos les reconviene: Teilhard de
Chardin; General Eisenhower; Harris Pulver, director de Atlantic Civilization,
que había sido su tutor; Spinoza; el Doctor Schrödinger, nobel de física; a
Madeleine...Estas cartas a veces son materiales, a veces mentales, pero siempre
densas y hace en ellas todo un despliegue de su memoria citando autores,
fechas, obras, pensamientos, párrafos...Es una auténtica enciclopedia y en ellas
habla de todo lo imaginable: metafísica, sociología, política, física,
literatura, filosofía...El objetivo de esas cartas es satisfacer su deambular
mental pero en un momento dado dice que es “escupir
excrementos y aullar con la angustia acumulada de interminables eras”, lo que
explica el tono de reproche que hay en casi todas ellas. A todos responsabiliza
Moses de su estado actual, de ese desequilibrio lúcido que le permite
analizarlo todo y no dejar títere con cabeza, porque todos ellos le han abocado
al momento frustrante y descolocado en el que se encuentra. Pero además, es lo
suficientemente lúcido como para saber que el auténtico drama es que tampoco
quiere deshacerse de todo eso: “Cuando el
pecho del hombre se siente como una jaula de la que todos los pájaros oscuros
han volado, es libre, es ligero. Pero anhela que vuelvan sus buitres. Quiere
sus peleas de costumbre, sus tareas anónimas y huecas, su rabia, sus penas y
sus pecados”. Por ello rechaza la vida tranquila y gozosa que le ofrece
Ramona, como antes había rechazado a la japonesa Sono.
Así,
reflexiones y cartas nos muestran a un intelectual, a un hombre curtido en el
pensamiento pero incapaz de afrontar con una mínima eficacia su cotidianidad,
es decir, sabe mucho por ejemplo de Hegel pero es incapaz de enterarse del
engaño de su mujer con su mejor amigo, de modo que llega un momento, -y ese es
el presente narrativo-, en el que hay una importante disociación entre lo que
podríamos llamar la vida práctica de cualquier individuo inmerso en una familia
y en una sociedad, y su análisis y discurrir mentales. Esta barrera entre ambos
mundos es probablemente el gran tema de la novela.
Pero
más importante, a mi juicio, que lo que plantea es la estructura y el estilo de la novela en
la que podríamos establecer una primera parte, no explicitada como tal, en la
que abundan las cartas y las reflexiones de las que hablábamos. Está muy
centrada en el presente de Herzog y teniendo en cuenta que la novela comienza
con la frase: “Si estoy como una cabra,
qué le voy a hacer”, el lector durante muchas páginas piensa que está ante
un individuo con una mente desatada y perturbada que deambula continuamente de
una forma caótica. Es la parte más árida y difícil de leer porque hay muy poca
narración y apenas sabemos nada de él, de su vida, de su familia, de su
historia...Es fundamentalmente eso, una mente que transita por caminos
fundamentalmente teóricos y muchas veces con un humor desquiciado e
inteligente. Pero poco a poco, el narrador comienza a hacer Flashbacks hacia el
pasado de Herzog e iremos conociendo todo lo que nos falta para humanizarlo. No
sólo es una cabeza pensante sino que tiene unos orígenes familiares y toda una
historia concreta, real, que pasa por sus hijos, sus mujeres, sus padres y
hermanos, sus amigos...Así, de forma paulatina, Herzog se va convirtiendo en un
personaje de carne y hueso, que va abandonando la manía de las cartas y se va
centrando mucho más en la vida real.
Toda
la narración se hace desde la tercera persona, aunque a veces el narrador da
paso a la primera del protagonista, y lo que sin duda abunda es el estilo
indirecto libre, a través del cual da la sensación de que es el propio Herzog
quien nos está hablando y el que nos deja atónitos ante su clarividencia.
Fantástica novela
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