domingo, 27 de noviembre de 2016

BELLOW, Saul, "Herzog", Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2008



Indudablemente novela de protagonista, es en muchos momentos dura y difícil de leer de modo que necesita una lectura tranquila y reposada porque te fuerza continuamente a la reflexión. La narración es morosa, detenida, densa, transmitiendo siempre una compleja manera de entender e interpretar el mundo.

Moses Herzog tiene cuarenta y siete años, es judío y profesor universitario de filosofía. Ha tenido recientemente una desastrosa experiencia matrimonial (anteriormente ya estuvo casado con Daisy, con la que tuvo un hijo, Marco) que ha terminado en un tormentoso divorcio que le tiene sumido en toda una serie de sentimientos encontrados: desconcierto, rencor, frustración, humillación...Toda la novela es una reflexión sobre lo que ha sido su vida en general y su matrimonio en particular; sobre todo y todos los que le han conducido al estado en el que se encuentra en la actualidad. Por continuos flashbacks conoceremos el pasado familiar de Herzog. Su padre, Jonah Herzog, fue un desastroso empresario dedicado al contrabando de bebidas alcohólicas  que tuvo que huir de Rusia a Montreal para afincarse después en Nueva York, en el barrio de Napoleon street, que tantos recuerdos traerá a Moses. Tiene una infancia humilde pero feliz con tres hermanos: Hellen (de la que apenas habla); Shura (que goza de una posición económica muy buena y al que Moses siente un poco distante) y Willie que es de todos con el que se siente más unido y al que siempre acude cuando necesita ayuda, sobre todo económica. Herzog tiene una extraña relación con las mujeres y no parece que haya encontrado a la más adecuada. Lo que sí es evidente es que huye de las que le pueden proporcionar sosiego y amor. Casado con Daisy tenía una amante japonesa llamada Sono: “En la cama, había acariciado los párpados de Sono como si realizara un experimento, mientras ella yacía sonriendo. Aquellos párpados pálidos, suaves, complejos y extraños conservaban un buen rato la huella del roce de los dedos. “A decir verdad, nunca estuve tan bien –escribió-. Pero carecí de la fuerza de carácter para soportar tanto gozo”. Y no lo decía en broma. Cuando el pecho de un hombre se siente como una jaula de la que todos los pájaros oscuros han volado, es libre, es ligero. Pero anhela que vuelvan sus buitres. Quiere sus peleas de costumbre, sus tareas anónimas y huecas, su rabia, sus penas y sus pecados”. Es entonces cuando conoce a Madeleine con la que se casará y se irá a vivir a una casa de campo grande y ruinosa en Ludeyville (Massachusetts) en la que invierte toda la ilusión y la herencia de su padre. Los planes para esa casa son idílicos, él se dedicaría a escribir y nace su hija June pero desde muy pronto todo comienza a torcerse. Conocen a una pareja, Phoebe y Valentine Gersbach, de la que se hacen íntimos amigos, tanto que Valentine (que tiene una pata de palo y es bastante mediocre) iniciará una historia amorosa con Madeleine, aunque nunca deja a Phoebe. Moses en medio de su ingenuidad, incluso, le ha nombrado tutor de su hija June en un nuevo testamento y será él quien cobre dos pólizas de seguros si a Moses le ocurriera algo. Antes del divorcio, y cuando Herzog no sabía nada de este engaño, se van los cuatro a vivir a Chicago donde saltará todo por los aires marchándose él a Nueva York. A lo largo de la novela, Madeleine se perfila como una mujer muy bella, egocéntrica, hija de un reconocido productor teatral, que nunca amó a Herzog y que se casó con él viéndole como un posible trampolín intelectual para ella. En el presente narrativo sigue viviendo en Chicago con su hija, bajo la tutoría y las vivitas amorosas de Gersbach y tiene interpuesta una orden judicial para que Moses no se acerque ni a su casa ni a su vida. También en la actualidad narrativa, Herzog vive en Nueva York y mantiene una peculiar relación amorosa con Ramona, joven exuberante y de origen hispano, dueña de una tienda de flores, que le mima todo lo que él se deja. Moses ha dejado de trabajar un tiempo en la universidad nocturna y lleva una vida caótica en la que se encuentra desorientado, a veces desesperado y siempre humillado y decepcionado por lo que le han hecho su mujer, su mejor amigo y todos aquellos que han tenido algún tipo de influencia en su vida. Hace cosas extrañas y el lector en un principio puede pensar que está perdiendo la cabeza. En su desconcierto, su discurso mental va a una velocidad de vértigo y hace densas reflexiones, áridas de leer, difíciles de entender por un lector medio pero son ellas las que contienen la vertiente ideológica e intelectual del libro. Además le ha dado por la extraña manía de escribir cartas a todo tipo de gentes:

“Pero no se trata de una cuestión de miedo, ni de ninguna palabra que se le parezca...Con todo, ¿qué puede hacer la gente que se dedica a la reflexión o los humanistas aparte de esforzarse por encontrar palabras apropiadas? Mírame a mí, por ejemplo: he estado escribiendo cartas atropelladamente en todas las direcciones. Palabras y más palabras. Persigo la realidad con el lenguaje. Tal vez me gustaría transformarlo todo en lenguaje, obligar a Madeleine y a Gersbach a tener conciencia. Ahí tienes una palabra para ti. Debo esforzarme en mantener las tensiones sin las que los seres humanos ya no podrían llamarse humanos. Si no sufren es que se me han escapado. Pero yo he inundado el mundo de cartas para impedir que huyan. Quiero verlos en su forma humana, de manera que evoco su entorno completo y los atrapo en medio. Pongo todo mi corazón en esas construcciones. Y sin embargo no son más que eso, palabras que reconstruyen el mundo” (pp.360-361)
      
    Los destinatarios están muertos o vivos y a todos les reconviene: Teilhard de Chardin; General Eisenhower; Harris Pulver, director de Atlantic Civilization, que había sido su tutor; Spinoza; el Doctor Schrödinger, nobel de física; a Madeleine...Estas cartas a veces son materiales, a veces mentales, pero siempre densas y hace en ellas todo un despliegue de su memoria citando autores, fechas, obras, pensamientos, párrafos...Es una auténtica enciclopedia y en ellas habla de todo lo imaginable: metafísica, sociología, política, física, literatura, filosofía...El objetivo de esas cartas es satisfacer su deambular mental pero en un momento dado dice que es “escupir excrementos y aullar con la angustia acumulada de interminables eras”, lo que explica el tono de reproche que hay en casi todas ellas. A todos responsabiliza Moses de su estado actual, de ese desequilibrio lúcido que le permite analizarlo todo y no dejar títere con cabeza, porque todos ellos le han abocado al momento frustrante y descolocado en el que se encuentra. Pero además, es lo suficientemente lúcido como para saber que el auténtico drama es que tampoco quiere deshacerse de todo eso: “Cuando el pecho del hombre se siente como una jaula de la que todos los pájaros oscuros han volado, es libre, es ligero. Pero anhela que vuelvan sus buitres. Quiere sus peleas de costumbre, sus tareas anónimas y huecas, su rabia, sus penas y sus pecados”. Por ello rechaza la vida tranquila y gozosa que le ofrece Ramona, como antes había rechazado a la japonesa Sono.
     
    Así, reflexiones y cartas nos muestran a un intelectual, a un hombre curtido en el pensamiento pero incapaz de afrontar con una mínima eficacia su cotidianidad, es decir, sabe mucho por ejemplo de Hegel pero es incapaz de enterarse del engaño de su mujer con su mejor amigo, de modo que llega un momento, -y ese es el presente narrativo-, en el que hay una importante disociación entre lo que podríamos llamar la vida práctica de cualquier individuo inmerso en una familia y en una sociedad, y su análisis y discurrir mentales. Esta barrera entre ambos mundos es probablemente el gran tema de la novela.
    
    Pero más importante, a mi juicio, que lo que plantea es la estructura y el estilo de la novela en la que podríamos establecer una primera parte, no explicitada como tal, en la que abundan las cartas y las reflexiones de las que hablábamos. Está muy centrada en el presente de Herzog y teniendo en cuenta que la novela comienza con la frase: “Si estoy como una cabra, qué le voy a hacer”, el lector durante muchas páginas piensa que está ante un individuo con una mente desatada y perturbada que deambula continuamente de una forma caótica. Es la parte más árida y difícil de leer porque hay muy poca narración y apenas sabemos nada de él, de su vida, de su familia, de su historia...Es fundamentalmente eso, una mente que transita por caminos fundamentalmente teóricos y muchas veces con un humor desquiciado e inteligente. Pero poco a poco, el narrador comienza a hacer Flashbacks hacia el pasado de Herzog e iremos conociendo todo lo que nos falta para humanizarlo. No sólo es una cabeza pensante sino que tiene unos orígenes familiares y toda una historia concreta, real, que pasa por sus hijos, sus mujeres, sus padres y hermanos, sus amigos...Así, de forma paulatina, Herzog se va convirtiendo en un personaje de carne y hueso, que va abandonando la manía de las cartas y se va centrando mucho más en la vida real.
                  
    Toda la narración se hace desde la tercera persona, aunque a veces el narrador da paso a la primera del protagonista, y lo que sin duda abunda es el estilo indirecto libre, a través del cual da la sensación de que es el propio Herzog quien nos está hablando y el que nos deja atónitos ante su clarividencia.

   Fantástica novela

Puedes comprar el libro haciendo click en este enlace: