sábado, 11 de marzo de 2017

ERNAUX, Annie. "Memoria de chica", Cabaret Voltaire, Barcelona, 2016




      Autoficción sería el género para definir esta pequeña obra en la que su autora hace un vaivén continuo entre pasado y presente, reflexionando sobre un tiempo y una joven (ella misma) que le resultan no sólo lejanos sino ajenos, y de los que ha estado escapando durante toda su vida por no querer hacer frente a cómo era ella en aquel tiempo en que sólo tenía dieciocho años. Aquel pasado se sitúa en torno a dos años, 1958 y 1959, y el presente, en el 2014, en su casa de París, cuando decide escribir este libro.


   Esta inmersión, -tantas veces aplazada-, en aquel momento de su vida es valiente, sincera y brillante literariamente. No se arredra a la hora de contarnos lo que hizo en aquellos años, a la hora de enfrentarse a equivocaciones importantes que sonrojan un poco, y es valiente porque lo hace sin pudor y con absoluta honestidad. Para ello utiliza pocas veces la primera persona y frecuentemente la tercera, con lo que se distancia técnica y anímicamente de alguien que no la satisface aunque sí lo asume, de alguien en quien se desdobla:“...locura que consiste, sentada a mi mesa, en reunirme con aquella chica que fui yo, fundirme con ella. Soy yo su fantasma, que habita su ser desaparecido”. Así, unas veces habla de “yo” y otras de “ella”, lo que aporta alguna dificultad al relato. Esa indagación en su pasado, la hace utilizando la memoria (que algunas veces pone en duda) y fotos y cartas que conserva de aquella época; también un diario de la época y fragmentos de textos que leía (Prevert, Sartre, Camus, Musset, A. Guide...), además de letras de canciones que están en el imaginario colectivo.
   
   La dificultad de la tarea que se ha impuesto es evidente pero ella continúa en ese buceo doloroso haciendo, además, continuas reflexiones sobre la propia construcción del relato. La memoria se presenta así como un gran tema y con ella escribe este texto, del que ella misma dice no saber muy bien qué es, para “explorar el abismo entre la espantosa realidad de lo que ocurre, en el momento en que ocurre, y la extraña realidad que reviste, años después, lo que ha ocurrido”. En este sentido es muy interesante el papel que, según la autora, juega la literatura en todo ello, de modo que la escritura redime a la hora de la reconstrucción de lo ocurrido y dará sentido a todo lo que no lo tenía cuando ocurrió.
   
   “Ella” vivía con sus padres en Yvetot, pequeño pueblo en el que había nacido, situado en la Alta Normandía. Sus padres regentaban un pequeño comercio y ella con diecisiete años no tenía ninguna experiencia social. De origen modesto, campesino y católico, conoce el mundo a través de los muchos libros que devora. Es insegura, buena estudiante y, a punto de cumplir dieciocho años, se separa por primera vez de ellos para trabajar como monitora en una colonia infantil de verano. Por ser hija única había sido sobreprotegida por sus padres, así que este trabajo se le presenta como una prometedora aventura llena de libertad y novedad en su vida. Así, llega ávida de experiencias, sola y libre por primera vez y, sobre todo, deseando encontrar el amor e integrarse en un ambiente que ella espera sea “bohemio, intelectual y burgués”. Recién llegada tiene su primera experiencia sexual, de la que sale virgen, además de traumatizada porque él lo único que quiere es penetrarla y, como no puede, la obliga a unas cuantas felaciones. Ella lo asume dócilmente porque “ella no se somete a él, sino a una ley indiscutible, la de una brutalidad masculina que, de todas todas, tarde o temprano, le habría tocado sufrir. Que la ley en cuestión sea feroz y sucia, es así y no hay vuelta de hoja”. Quizá por este modo de verlo, da al lector la sensación de que no le importa, incluso de que se siente feliz por haber sido elegida por él, de modo que a partir de este momento le buscará continuamente, pese al también continuo rechazo y desprecio de él, “porque su necesidad de él, de que se adueñe de su cuerpo, la vuelve ajena a todo sentimiento de dignidad”. Luego vendrán otros chicos del campamento, que la manosean y lo intentan en medio de burlas, insultos y continuas humillaciones. Sin embargo ella no se aparta del grupo y la subyuga “esa maravilla que es vivir entre jóvenes de la misma edad en un lugar aislado del resto de la sociedad bajo la remota y benevolente autoridad de un puñado de adultos. Esa exaltación de pertenecer a una comunidad cimentada por las literas, los juegos de palabras y las canciones obscenas, por una fraternidad de irrisión y vulgaridad.” Después de ese verano ocurren muchas más cosas que no vamos a desvelar aquí y que nos harán entender la maravillosa frase de Nietzsche que hace suya al final: “Tenemos el arte para no morir de la verdad”.
   
   El resultado final es interesante, sobre todo en lo que se refiere al estilo, al modo en que está construido el relato, pero también respecto a lo que cuenta, incluso a lo que cuenta del sexo (otro de los temas importantes), analizado desde la perspectiva femenina de aquella época: el miedo, el deseo, lo prohibido, las consecuencias, el pecado, el placer, la virginidad, el castigo.
   
   Y, aunque un tanto desconcertante, es también muy recomendable.

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