lunes, 27 de marzo de 2017

LANDERO, Luis, La vida negociable, Tusquets, Barcelona, 2017.

   


   Resulta imposible no pensar en la tradición de la literatura picaresca española, -y en especial en el Lazarillo de Tormes-, cuando comenzamos la lectura de esta “vida negociable”. Como el más famoso de nuestros pícaros, Bruno comienza apelando al público, al lector. Él lo hace utilizando el plural y pide a los “amigos” que escuchen lo que va a contar y aquel lo hace en singular, a un “Vuesa merced”, pero ambos, nada más comenzar comparten esa declaración de intenciones que no es otra que la de contarnos su ajetreada y poco afortunada vida. Además  los dos cuando empiezan a contar su historia tienen también más o menos la misma edad.

   Efectivamente, en las primeras líneas de la novela alguien nos pide que abandonemos nuestras ocupaciones cotidianas y le escuchemos. Va a contarnos su historia arrancando desde la adolescencia, momento en que uno puede convertirse “como en un cara o cruz, en un canalla o en un santo”, y momento en que su madre compartió con él un gran secreto que sería el arranque de todo su futuro. Esa adolescencia se desarrolla en Madrid, su nombre es Hugo Bayo e iremos conociendo cómo se fue fraguando su personalidad con una imaginación y fantasía desbordadas. Él se siente único, capaz de las mayores hazañas posibles y se mueve en un mundo de fantasías y sueños, un mundo de la “lechera” que, además, es bastante inmoral: “Lo único que hace falta es tener fe y voluntad, creer en uno mismo, y carecer por completo de escrúpulos para explotar a unos y sobornar a otros. Y siempre al por mayor”.

   Su primera adolescencia la comparte con Marco, su único amigo, al que somete y envilece de mil maneras, dejándole abandonado para siempre de una manera parecida a como el Lazarillo lo hizo con el ciego, su primer amo. Pronto conoce a Leo, andrógina y rebelde, con quien descubre la amistad y el erotismo y a la que acaba volviendo siempre. Pero serán sus padres quienes, haciéndole partícipe de sus vergonzosos secretos, conformen su personalidad, ya incipientemente mezquina y miserable, de manera que él, como resultado, llega a convertirse en un canalla capaz de robar, estafar, de chantajear. En la mili aprenderá el oficio de peluquero con el que podría haberse ganado la vida y que le perseguirá siempre. Él se resiste a ese oficio porque cree merecer menesteres más elevados, y su vida no es otra cosa que la elaboración mental de grandes proyectos a los que se entrega con ahínco pero que nunca consigue materializarlos provechosamente y, cuando lo hace, renuncia a ellos buscando siempre algo más digno de sus metas. Así, todo en él es efímero porque es voluble, porque se ha construido desde la nada y, pese a los intentos de regeneración, no parece que las cosas le vayan a ir mucho mejor en el futuro.

   Hugo resulta absolutamente fantasioso desde el principio, construye continuamente castillos en el aire porque tiene una extraña percepción de la realidad, a lo que contribuye la actitud y comportamiento de Leo cuando se convierte en su pareja. Se construye un mundo propio que poco tiene que ver con la realidad que, de manera reiterada, da en tierra con sus sueños y afanes y que no parece estar dispuesta a “negociar” con él.

   Luis Landero vuelve a sorprendernos con su estilo impecable, con su maestría a la hora de fabular y con ese humor tan suyo, que aparece a raudales en este libro cuyo protagonista es un auténtico despropósito sobre el que también se vierte su ironía y, para ello, vaya como ejemplo (aunque habría muchos más) la disquisición con ecos cervantinos, que hace el coronel del cuartel, cuando está haciendo la mili, sobre el mundo de los militares y el de los civiles.

   Escrita en primera persona,- porque como pasa con Lázaro de Tormes, ¿quién iba a contar su historia sino él mismo?-, el protagonista se muestra siempre insatisfecho con su vida y con el destino que se encarga siempre de estropear sus planes y situarle ante desagradables sorpresas que rompen lo que él llama su afán, es decir “el deseo inagotable, la fiebre y el ansia de futuro, la ambición de querer excederme a mí mismo”. Analiza continuamente su existencia y el paso devastador y frustrante del paso del tiempo, y lo hace como un aprendiz de filósofo, con una buena carga de estoicismo y asumiendo las contradicciones entre lo que proyecta su mente y lo que la vida le va deparando. Por todo ello, el cariz de las situaciones que va protagonizando pasa sucesivamente de lo dramático a lo cómico, a lo folletinesco y, otra vez, vuelta a empezar. Como consecuencia, la impresión en el lector es de que está rozando lo esperpéntico ante las andanzas de este antihéroe que cuenta una peripecia personal casi increíble para los cuarenta años que tiene y que, al final, parece que sigue siendo incapaz de “negociar” con la vida y consigo  mismo.

   Sin duda, recomendable.


Puedes comprar el libro haciendo click en este enlace:



No hay comentarios:

Publicar un comentario