domingo, 18 de diciembre de 2016

ABAD FACCIOLINCE, Héctor, "El olvido que seremos", Seix Barral, Barcelona, 2010


Preciosa y entrañable novela en la que se aúnan diferentes géneros que la hacen difícilmente clasificable. Novela porque aparecen todos los elementos técnicos de una narración, pero también biografía, la de un hombre notable, la de un hombre bueno que entregó su tiempo y su vida a la consecución de los derechos humanos en su país, Colombia. También autobiografía porque aquella está escrita por su hijo, por su único hijo varón, llamado igual que él, Héctor Abad. Y por fin, también crónica, la de un tiempo que abarca básicamente los años ochenta en aquel país latinoamericano, años llenos no sólo de pobreza y miseria en las clases bajas de aquella sociedad, sino también del más puro y duro fascismo en la clase política que, sirviéndose de los grupos paramilitares a los que amparaba, se dedicó durante aquellos años a acabar, mediante el asesinato sistemático, con la vida de los mejores, de todos aquellos que se dedicaron a denunciar y a intentar cambiar ese estado de cosas.
            
    Este libro cuenta la historia de Héctor Abad Gómez, un hombre honesto e integro, médico de profesión, que dedicó su tiempo a luchar para que mejoraran las condiciones de salud, y por tanto de vida, de los más pobres. Un hombre crítico, respetado y admirado por todos, maestro ideológico de varias generaciones que le siguen y apoyan en sus reivindicaciones. Casado, con cuatro hijos, siente un amor especial por su hijo Héctor quien arranca este relato desde su más tierna edad, explicándonos quién era su padre y qué hizo, el profundo respeto que sentía por él y, sobre todo, los lazos de amor que había entre ellos. Sin duda, el libro es en primer lugar un homenaje hacia su vertiente pública y hacia todo lo que consiguió, pero también lo es hacia el padre y esposo bueno, casi perfecto en su capacidad de comprensión y amor hacia todos los que le rodeaban. Todo ello escrito con un inmenso poso de ternura y admiración pero también, en muchas ocasiones, de rabia e impotencia como cuando narra lo ocurrido el 24 de agosto de 1987, día en que Héctor Abad Gómez cae abatido por las balas de unos sicarios amparados por un estado corrupto y fascista.
            
    Hay otro aspecto que me ha gustado mucho del libro y es lo que ya deja entrever el título, verso de un soneto implacable y demoledor de J.L.Borges titulado Epitafio y que inevitablemente nos recuerda a Jorge Manrique y a Quevedo. El contenido del soneto, que no es otro que la fugacidad del tiempo y de la existencia, hasta tal punto de que, aún vivos ya somos el olvido que seremos y ya somos en la tumba las dos fechas / del principio y el término..., es el resorte que movió a Héctor Abad Facioline a escribir el libro para retrasar un poco el instante el olvido que será su padre y el que seremos todos. El último capítulo lo explica muy bien y encontramos en él la razón de ese leve, y apenas perceptible, tono pesimista que inunda el libro, ese cierto desconsuelo ante una fugacísima vida en la que inútilmente nos empeñamos. Así, queda al final el regusto triste ante la evidencia de que todos somos el olvido que seremos. Algunos fragmentos de ese último capítulo que me ha conmovido de forma especial: (pp 272-274)

            
    Magnífico libro.

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