domingo, 4 de diciembre de 2016

AUSTER, Paul, “Brooklyn Follies”, Círculo de lectores, Barcelona, 2006




Una vez más, Auster nos sitúa en la ciudad de Nueva York. El protagonista, Nathan, se instala en Brooklyn, barrio en el que había pasado su primera infancia y al que vuelve ahora jubilado por un cáncer de pulmón, a vivir lo que supone son sus últimos años de vida. Nathan tiene aproximadamente 60 años; está divorciado; tiene una hija mayor, Rachel, ya casada; no tiene problemas económicos y es un hombre sarcástico, lúcido, agrio muchas veces. Recién instalado en su pequeña casa, se encuentra con su sobrino Tom al que hace años que no ve. Tom, prometedor y brillante universitario entonces, le cuenta su historia que se reduce básicamente al abandono de sus planes intelectuales en la universidad; a los años que pasó como trabajador del taxi; a su casi total desconocimiento de las mujeres y a su trabajo actual regentando una librería de su amigo gay, Harry. Nathan y Tom se ven casi a diario, los dos se sienten muy solos y comienza entre ellos una relación de auténtica amistad. Nathan conoce a Harry, bribón que ha pasado varios años en la cárcel por falsificador y que de nuevo está metido en líos ilegales. Entre los tres proyectan invertir en un terreno donde poder llevar una existencia tranquila y feliz, pero a Harry le da un infarto que, por cierto, resolverá el futuro de Tom porque, junto a su actual amante, le nombra heredero de su pequeña fortuna.
            
    A lo largo de la novela, Nathan va conociendo o recobrando a personas con las que de una u otra forma va iniciando una relación: Joyce, la viuda de la que se enamora; su hija Rachel de la que había estado distanciado y cuyo cariño recupera; su sobrina Aurora, hermana de Tom, mujer con un pasado oscuro y rebelde a la que rescata de su actual marido, David, que prácticamente la tiene secuestrada; a Lucy, su sobrina-nieta de ochos años, hija de Aurora, a la que tendrá que tutelar durante un tiempo; a Marina, la camarera latino-americana que le sirve todos los días la comida en el restaurante, y a la que deja de ver por haberle regalado un collar y provocar con ellos los celos violentos del marido que le prohibe volver a ese trabajo…
         
    Su vida, en lo que él creía serían sus últimos años, se llena así de personas a las que querer y cuidar sintiéndose como dice al final de la novela “el hombre más feliz que jamás haya existido sobre la tierra”.
            
    La novela está narrada desde la primera persona de Nathan. Es lineal, con única perspectiva y, desde luego, bastante más sencilla que otras muchas novelas del autor. Reflexiona sobre la vida, la soledad, la amistad, la enfermedad…, cosas buenas y menos buenas que van salvando al personaje haciendo de él alguien mucho más tierno de lo que parecía ser en un principio. Por eso, la novela es también más vital y optimista, no hay la causticidad, la amargura y la desesperanza de otras anteriores.
           
    Desde luego muy bien escrita, con un estilo sobrio y conciso pero no llega a tener la hondura y complejidad técnica de muchas de sus novelas. Prefiero al Auster cervantino, al capaz de imbricar unas historias en otras, al del múltiple perspectivismo narrativo y a un Auster temáticamente más lúcido, más complejo, más profundo.

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