Paul Rayment es un fotógrafo francés afincado
en Australia desde la adolescencia. Vive solo; es divorciado sin hijos; tiene
sesenta años y, un día, cuando va en su bici, es atropellado por un coche. En
el hospital se le somete a una complicada operación en la que le amputarán una
pierna. A partir de este momento, su vida cambiará por completo. Son constantes
sus reflexiones acerca de la vida, la soledad, la muerte, la necesidad de los
demás, -agravada por su negativa a utilizar una prótesis-, los recuerdos que
llegan en la vejez, la paternidad, la belleza, la mutilación, el amor, lo
desconocido...Será Marijana, una enfermera croata, casada y madre de tres hijos,
quien lo cuide todas las mañanas en su casa y quien inspirará en él el
sentimiento amoroso, que no es correspondido por ella. La relación entre ambos
se deteriora cuando él se empeña en tutelar a su hijo mayor financiándole los
estudios y cuando le dice lo que siente por ella. Toma conciencia de su
desamparo; es un mutilado, no tiene hijos y su soledad es absoluta. Es, además,
un hombre de otro tiempo, con otros valores éticos y una cierta misantropía que
ha potenciado esa soledad que ahora le rodea por todas partes. En esta
situación, aparece una extraña mujer, Elizabeth Costello, imaginaria escritora
de más de sesenta años, -protagonista de una novela anterior de Coetzee,
titulada con su nombre: “Elizabeth Costello”-. Ella le provoca continuamente
para que actúe, para que le declare su amor a Marijana, para que salga de su
inmovilismo mental. Cuando aquella rechaza el amor de Rayment, ella se ofrece
como alternativa pero él la ve vieja, decrépita, un tanto repulsiva, es como si
él mismo se mirara en un espejo y no la
acepta. Al final se ha quedado sin Marijana, Elizabeth Costello está ahí con
él, ella sigue ofreciéndose pero él sigue rechazándola. No quiere rendirse, no
se da por vencido. Su impulso emocional quiere seguir vivo. No quiere
encadenarse a alguien así porque intuye que eso sería su rendición vil y el
preámbulo de la muerte. Es curiosa la aparición de este personaje femenino que
tiene mucho de irreal, de alegórico, de ilógico, pero que se incorpora absoluta
y naturalmente a la cotidianeidad del protagonista.
Fantástica
la escritura de Coetzee. Período corto, palabra limpia, estilo preciso. Hay
pesimismo en toda la novela, -como siempre en Coetzee-, pero nunca derrota. Hay
algo en el protagonista que le impide rendirse y ese algo es dignidad, es
ética. Él puede ser un “hombre lento” pero eso no tiene nada que ver con sus
anhelos de vida y felicidad.
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