domingo, 8 de enero de 2017

COETZEE, J.M. ”Hombre lento”, Mondadori, Barcelona, 2005

   


   Paul Rayment es un fotógrafo francés afincado en Australia desde la adolescencia. Vive solo; es divorciado sin hijos; tiene sesenta años y, un día, cuando va en su bici, es atropellado por un coche. En el hospital se le somete a una complicada operación en la que le amputarán una pierna. A partir de este momento, su vida cambiará por completo. Son constantes sus reflexiones acerca de la vida, la soledad, la muerte, la necesidad de los demás, -agravada por su negativa a utilizar una prótesis-, los recuerdos que llegan en la vejez, la paternidad, la belleza, la mutilación, el amor, lo desconocido...Será Marijana, una enfermera croata, casada y madre de tres hijos, quien lo cuide todas las mañanas en su casa y quien inspirará en él el sentimiento amoroso, que no es correspondido por ella. La relación entre ambos se deteriora cuando él se empeña en tutelar a su hijo mayor financiándole los estudios y cuando le dice lo que siente por ella. Toma conciencia de su desamparo; es un mutilado, no tiene hijos y su soledad es absoluta. Es, además, un hombre de otro tiempo, con otros valores éticos y una cierta misantropía que ha potenciado esa soledad que ahora le rodea por todas partes. En esta situación, aparece una extraña mujer, Elizabeth Costello, imaginaria escritora de más de sesenta años, -protagonista de una novela anterior de Coetzee, titulada con su nombre: “Elizabeth Costello”-. Ella le provoca continuamente para que actúe, para que le declare su amor a Marijana, para que salga de su inmovilismo mental. Cuando aquella rechaza el amor de Rayment, ella se ofrece como alternativa pero él la ve vieja, decrépita, un tanto repulsiva, es como si él mismo  se mirara en un espejo y no la acepta. Al final se ha quedado sin Marijana, Elizabeth Costello está ahí con él, ella sigue ofreciéndose pero él sigue rechazándola. No quiere rendirse, no se da por vencido. Su impulso emocional quiere seguir vivo. No quiere encadenarse a alguien así porque intuye que eso sería su rendición vil y el preámbulo de la muerte. Es curiosa la aparición de este personaje femenino que tiene mucho de irreal, de alegórico, de ilógico, pero que se incorpora absoluta y naturalmente a la cotidianeidad del protagonista.

            
   Fantástica la escritura de Coetzee. Período corto, palabra limpia, estilo preciso. Hay pesimismo en toda la novela, -como siempre en Coetzee-, pero nunca derrota. Hay algo en el protagonista que le impide rendirse y ese algo es dignidad, es ética. Él puede ser un “hombre lento” pero eso no tiene nada que ver con sus anhelos de vida y felicidad.

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