sábado, 21 de enero de 2017

MURDOCH, Iris, El libro y la hermandad, Impedimenta, Madrid, 2016





   Rodrigo Fresán dice en el postfacio de esta edición, que ya en 1944 Iris Murdoch era considerada “la más grande novelista escribiendo en idioma inglés”. Bueno...la afirmación nos parece cuando menos discutible y desde luego no comparto el entusiasmo despertado en muchos por esta novela que, publicada por primera vez en 1987, no vio la luz en castellano hasta el año pasado con la edición de Impedimenta.

            
   La novela se inicia con una fiesta para antiguos alumnos de un college de la selecta universidad de Oxford. En ella conoceremos a todos los protagonistas y personajes secundarios. Esta fiesta y las páginas que ocupa es como una obertura, como una gran presentación de todo lo que vendrá después y no es fácil seguir porque los nombres se suceden, se mezclan y todo tiene una apariencia un tanto caótica, aunque después de estas primeras páginas, llegará el orden y el desarrollo lineal que, en ese sentido, no planteará ya ningún problema.
            
   Toda la novela gira en torno a una especie de hermandad que algunos amigos en su juventud, en Oxford, constituyeron para patrocinar anímica y económicamente a uno de ellos, -David Crimond-, al que consideraban el líder y el único capaz para que escribiera un libro que expresara lo que todos ellos pensaban acerca del estado actual del mundo; un libro que, desde una óptica claramente marxista, planteara un análisis filosófico acerca de la revolución necesaria para que se produjera un cambio en la sociedad mundial. “Sine die”, todos aportarían una cantidad mensual, a modo de mecenazgo, para que Crimond se dedicara a escribirlo. Pero los años han ido pasando, Crimond se ha distanciado de todos ellos y nadie sabe nada de la marcha del gran libro aunque Crimond sigue viviendo de esa subvención.
            
   No sabemos de modo claro el tiempo transcurrido desde la juventud en Oxford de todos ellos hasta el momento final en que Crimond les comunica la finalización del libro, pero calculamos que han podido transcurrir unos veinticinco años y a lo largo de todos ellos las relaciones personales entre los integrantes de esa hermandad, su personalidad, su evolución y la elaboración de ese libro son los dos núcleos argumentales, -que no temáticos-,  sobre los que gira la novela.
            
   Estamos ante una novela coral con ausencia, por tanto, de un protagonista definido y la creación de esos personajes es uno de los aciertos de la obra. Personajes y lo que representan podría organizarse en torno a dos focos: el de todos los amigos y el de Crimond, presentados ambos al modo clásico en un agón al que no le faltan los elementos clásicos y trágicos que más adelante analizaremos. Empecemos por cada uno de esos personajes.

David Crimond. Provoca en todos un sentimiento de admiración y odio y todo teñido con una cierta dosis de envidia por lo que tiene de único y especial. Crimond es un individuo brillante y con una inteligencia poco común; es arrogante; malvado (a veces demoníaco); seductor y atractivo, enigmático, estrafalario...De joven llegó a ser importante en la política inglesa siendo mentor de varias corrientes de la izquierda marxista. Lleva años viviendo casi como un ermitaño dedicado en cuerpo y alma a la escritura de ese libro que todos sus amigos están esperando. En una ocasión sedujo a Jean Cambus (casada con Duncan) lo que supuso que sus amigos se posicionaron a favor de Duncan; aquello no salió bien y Jean volvió con su marido pero en la “actualidad” de la novela y en el baile de Oxford con que se abre ésta, Crimond vuelve a seducirla y viven un largo y tórrido romance que dura hasta que él la somete a una prueba enloquecida y casi demoníaca cuya consecuencia es que Crimond la abandona por segunda vez. En cualquier caso, es Crimond el único que ha permanecido fiel a sus ideas, a las de todos. Es el único consecuente con ellas, el que ha dedicado su vida a analizarlas y explicarlas. En ese sentido, es el único que no ha envejecido, al que la edad no ha atemperado, ni moderado, ni cambiado, como sí ha hecho con los demás. Por ello, es digno de admiración mientras que resulta casi patético ver en qué se han convertido los otros.

Gerard Hernshaw. Es el otro de los pilares del grupo de la hermandad. Intelectualmente brillante, es un moralista que se siente responsable del bienestar de todos ellos, lo que le hace sentirse obligado también a cuidarlos, a aconsejarlos, a ayudarlos en todo lo que pueda, por eso es quizá el más serio y el que tiene un fuerte ascendiente sobre todos ellos, que le respetan y admiran. Es gay y de joven tuvo relaciones con varios del grupo si bien del que estuvo enamorado fue de Sinclair Curtland, cuya muerte repentina y en plena juventud, no ha conseguido superar del todo. En el presente descubre que está enamorado de Jenkin y así se lo plantea. Es metódico, ordenado, rico y se deja querer por Rose Curtland, con la que acabará compartiendo su vida, una vez muerto Jenkin: “Voy a cuidar de Rose. No permitiré que los Curtland la secuestren. Voy a hacerla feliz. Rose es la felicidad, salvo que yo nunca la he visto así. No puedo vivir sin ella”. Al final, y como no podía ser de otra forma, es el primero en leer las galeradas del libro y queda conmocionado por su brillantez: “Es todo lo que esperábamos. También, es todo lo que más adelante temimos. Mucha gente lo leerá y discutirá, y creo que tendrá gran influencia. Es curioso. Me acuerdo de lo que pensábamos de Crimond hace tantos años, cuando creíamos que era alguien admirable y capaz de expresar nuestras ideas, que podría hablar por todos nosotros. Por supuesto, el libro no es en absoluto lo que entonces nosotros esperábamos, es mucho más que eso, y no es lo que queremos oír ahora, pese a que tenemos que oírlo (...). No es un libro más sobre teoría política. Es una síntesis. Es inmensamente largo. Trata de todo (...) Dios mío, ¡cuánto sabe ese hombre, qué paciencia ha tenido, cuánto ha leído y qué manera de pensar! (...). No conozco a nadie que hubiera sido capaz de escribir algo así (...). Hace siglos él me contó que tenía que hacerlo para sí mismo, para explicarse la totalidad de la filosofía a sí mismo, sin ayuda de nadie. Y es lo que ha hecho: los presocráticos, Platón, Aristóteles, Plotino, hasta llegar al presente, y también la filosofía oriental. Eso significa moral, religión, arte..., todo tiene cabida en su libro. También le ha dedicado un capítulo espléndido a San Agustín. Y escribe muy bien. Es divertido e ingenioso. Lo leerá toda clase gente” (pp.596-597). Días más tarde, y espoleado por el libro de Crimond, Gerard decide darle la réplica, escribir él otro libro aunque esta tarea le asusta por lo difícil, y se le presenta como la ascensión casi imposible a la cima de una montaña inmensa, pero después de una larga reflexión sobre ello, -y este ya es el final de la novela-, decide que va a subirla, que escribirá ese libro.

Rose Curtland. Guapa, elegante, distinguida y aristócrata. Desde su juventud en Oxford está enamorada de Gerard pero sabe que es imposible llegar con él a algo más que a una sólida y gran amistad. Ella es su confidente, su mejor amiga, su cómplice en todo, pero Gerard es homosexual, y primero su hermano, Sinclair, y luego Jenkin han imposibilitado que él pueda sentir otra cosa por ella. Al final de la novela, -ya lo hemos dicho-, acabarán compartiendo vida y proyectos pero suponemos que él sigue sin poder amarla. Rose es convencional, formalista, moralista y enemiga acérrima de Crimond y del libro de éste y sus ideas, pese a que en un momento, -sorpresivo e inexplicable para el lector-, Crimond le pide que se case con él y ella crea estar enamorada. Rose es la propietaria de Boyars, preciosa casa de campo, herencia de la familia y en la que se reúnen los amigos para hacer unas curiosas jornadas literarias (curiosas porque la literatura no aparece por ningún lado).

Duncan Cambus. Otro de los miembros iniciales de la hermandad. Está pasando un auténtico infierno por el abandono de su mujer, Jean, y el odio que siente por Crimond. Quizá sea el más egoísta de todos, en el sentido de que está absorbido por su problema, de que quiere vivir en soledad y de que cada vez se va alejando más de sus amigos. Es diplomático, grande físicamente y un poco agresivo. Al final, cuando vuelve a estar con Jean, es consciente del cambio que el sufrimiento ha operado en su personalidad pero quiere a su mujer y está dispuesto a hacer lo que sea para no volver a perderla. Por todo ello, siente que lo mejor de él ha muerto y que lo que queda es cinismo y egoísmo: “En ocasiones se sentía como si estuviera roto, hecho trizas, pulverizado, como un jarrón cuyos fragmentos no pudieran volver a unirse. Pero la mayoría de las veces se consolaba con la idea de que una parte de sí mismo había sobrevivido, una parte tenaz, perversa e irónica. ¡Y lo que quedaba de él no iba a sufrir más! La insensibilidad sería su mejor defensa “(p.560). Nunca contó, ni contará a nadie que fue él quien, por accidente, mato a Jenkin cuando éste se presentó en casa de Crimond al enterarse de que ambos se iban a encontrar allí. Sorprende su frialdad ante lo ocurrido y su capacidad para vivir con ese terrible secreto. Llega incluso a escribir a Gerard haciendo un panegírico sobre la amistad indeleble que siente por él.

Jean Cambus. Ya hemos hablado de ella. Casada con Duncan, le abandona dos veces para irse con Crimond, de quien está profundamente enamorada. Al final, Crimond la deja y vuelve con su marido diciendo a todos, incluido a éste, que ha sido ella quien se ha marchado. Es muy hermosa, elegante, vitalista y tiene mucho dinero pues pertenece a una familia importante. Fue muy deseada en los años de Oxford. Acaba con Duncan viviendo en Francia, libres de la presión y el asedio emocional que supondría seguir en Londres después de lo ocurrido. Ambos, Duncan y ella, se quieren pero saben o sospechan que ella sigue enamorada de Crimond. En Francia se dedican a hacerse una gran mansión y una vida nueva.

Jenkin. Es, quizá, el más normal del grupo, el más sencillo incluso en sus hábitos y forma de vida. Es comprensivo, amable, solidario y muy generoso. Se dedica a la docencia con adolescentes y vive de una manera muy austera. Apenas sabemos de su vida privada. Es el mejor amigo de Gerard y Dunkan le admira y le respeta. Mantienen largas conversaciones y Gerard, ya bastante avanzada la novela, le confiesa que está enamorado de él y que quiere que vivan juntos. No sabemos qué hubiera pasado porque la conversación se interrumpe cuando aparece Tamar y le cuenta que los dos enemigos mortales (Crimond y Dunkan) van a encontrarse y resolver para siempre, -quizá con la muerte-, su enfrentamiento por Jean. Pero una vez allí, es Jenkin la víctima inesperada de otro de los juegos organizados por Crimond cuyo final era su propia muerte. Todo sale mal y Crimond tendrá que asistir horrorizado a la muerte accidental de Jenkin a manos de Duncan. Gerard queda destrozado ante la muerte del amigo y nunca sabrá que fue Duncan quien lo hizo.

Tamar Hernshaw. Sobrina de Gerard y, junto con Violet, su madre, la pariente pobre de éste. En un inicio es bondadosa, solícita y muy tímida. Para Gerard es “como el aire fresco, como el agua fresca, como el buen pan” y ella por él siente respeto reverencial viéndole como si fuera su hermano mayor. Es muy joven y por tanto no forma parte de la hermandad, pertenece al grupo sólo por lazos familiares. Deja Oxford cuando su madre, agobiada por las deudas, le exige que se ponga a trabajar. Desgarbada, es un poco el “patito feo” del grupo y está, al menos al principio, absolutamente dominada por su madre. Todo cambiará cuando mantiene una relación sexual con Duncan.

Gulliver. Pertenece a la hermandad pero es de todos el que menos aparece. Está en paro y atravesando dificultades económicas que hacen que se sienta inferior respecto al resto y por eso los cultiva poco. Su obsesión es mantener las apariencias frente a los demás. Es gay y está enamorado de Gerard.



   El comité está formado por Gerard, Rose, Dunkan, Jenkin, Gulliver, Jean y su padre y el padre de Gerard que muere en el presente de la narración. Hay muchas discusiones entre ellos porque pasados los años todo ha cambiado y no están de acuerdo en seguir pasando ese dinero a Crimond del que, además, en la actualidad piensan que es amoral, mentiroso, defensor del terrorismo, trotskista, anarquista, matón, granuja, conspirador, comunista clandestino...Sólo Jenkin le justifica y le llama lobo solitario, romántico, idealista, pensador. También dice de él que está preocupado por el sufrimiento, la pobreza y la injusticia. Gerard se siente en medio de todos y presionado para hablar con Crimond.

   La novela pretende reflejar la sociedad inglesa del momento pero sólo lo consigue respecto a un grupo, -suponemos no muy representativo- , formado por individuos cultos, universitarios, intelectuales, con una buena posición económica, incapaces por preocuparse por otras cuestiones que no tengan que ver directamente con ellos mismos. Individuos progresistas, con tendencias sexuales confusas, con clara voluntad de no tener hijos y con un cúmulo de ideales agotados, porque la novela también es eso, una especie de elegía a los devastadores efectos del paso del tiempo.


   Los diálogos son importantes no sólo por lo que se dice o calla en ellos, sino también porque a un personaje clave, -Crimond- , lo conocemos básicamente por lo que los otros dicen de él, sin embargo, esos diálogos en muchas ocasiones me parecen fallidos en sus pretensiones intelectuales, de forma que se pretende establecer en ellos teorías políticas y filosóficas acerca del hombre y del mundo pero, casi siempre resultan confusas y superficiales.


   Lo que más me ha interesado de la novela es el debate vital, el enfrentamiento absoluto entre dos posiciones representadas perfectamente por Crimond y Gerard, debate que podría reducirse al tándem Política y Amor, entendiendo ambos conceptos en un sentido amplio, de forma que Política sería lo colectivo, lo ideológico, lo público, mientras que Amor equivaldría al individuo y su dimensión privada e íntima, esto es, su vivencia del sentimiento, la amistad o la familia. Crimond encarna lo primero mientras que los antiguos condiscípulos, lo segundo. El debate, el enfrentamiento es difícil de resolver y de hecho no se resuelve, porque si bien Crimond acaba escribiendo su libro, hay algo en él que nos repele, que no nos convence. Mientras, en el otro lado, parece que acaba triunfando el Amor (Duncan y Jean, Gerard y Rose, Gulliver y Lily...) pero merced a un precio tan alto que el debate acaba convirtiéndose en el agón griego, al que no le falta la vertiente trágica porque ese precio alto que pagan no es sino la muerte del mejor de ellos, adaptada luego por ellos a sus miserias y a sus turbios intereses y, en cuanto a la Política, la adaptan también a sus necesidades actuales, muy lejanas de las que sentían en su juventud universitaria.


   Creo que quedan explicadas mis dudas acerca de las bondades de este libro de Iris Murdoch.



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