Primera
de las cuatro novelas que conforman la tetralogía escrita por la misteriosa
Elena Ferrante. Misteriosa hasta el 2016, porque en octubre de este año, el
periódico italiano Il Sole, aunque con procedimientos de investigación no muy
lícitos, daba a conocer la verdadera identidad de esta autora que no es otra
que Anita Raja, napolitana, con ascendencia polaca y judía, traductora de
profesión y de 63 años de edad quien confirmaba la noticia poco tiempo después.
La verdad es que esto poco importa para la valoración literaria de la novela y
suponemos que sí importa para otras cuestiones que, por lo que tienen de
extraliterarias, no nos interesan en absoluto.
La novela arranca cuando a Lenú le
comunican la desaparición de Lila, su mejor amiga desde la infancia, pero
inmediatamente esto queda relegado y la narradora, Lenú, hace un gran salto al pasado para empezar a contarnos
su relación desde que se conocieron cuando apenas tenían tres años. Asistimos
así a un demorado y prolijo relato de la infancia y adolescencia de ambas, de
sus trayectorias, de sus familias, de su evolución individual pero, sobre todo,
de su inquebrantable amistad, y todo ello situado en un humilde barrio de las
afueras de Nápoles. Ambos elementos, esto es, la creación de los dos personajes
protagonistas así como del ambiente en que nacieron y vivieron esos períodos de
su vida son sin duda, los dos grandes aciertos de la novela.
Empecemos por ese ambiente. Hemos
dicho que, salvo alguna pequeña incursión en la propia ciudad de Nápoles, toda
la narración se sitúa en uno de sus barrios que, sin duda, la narradora conoce
bien y que es fundamentalmente humilde y poblado por gentes trabajadoras, rudas
y resignadas con la vida que les ha tocado. La cultura no tiene valor y la dureza,
a veces brutalidad, empaña las relaciones entre sus habitantes. Impera la
posesión de dinero de forma que el que tiene un poco destaca por encima de
todos y se convierte en el amo y señor. Prima la astucia, la habilidad
personal, la arrogancia ausente de valores, la inteligencia natural para
sobrevivir de la manera mejor posible. Una cierta tristeza, una asunción de la
miseria, una desesperanza lo impregna todo de forma que el lector se siente
transportado a ese ambiente perfecta y prolijamente descrito, y asiste atónito
a conversaciones, insultos, peleas, riñas familiares, malos tratos, esperanzas,
sentimientos de inferioridad. Pocas veces aflora entre sus habitantes el amor, la cordialidad o la
sensibilidad y el barrio entero parece estar condenado a la miseria que lo
impregna todo. Ellos mismos, cuando algunas veces salen de los límites de este
entorno y se acercan a la ciudad, son conscientes de su inferioridad, de todo
lo que la vida les está quitando y, por tanto, muchas veces aflora el rencor,
rencor que pocas veces es sentimiento de clase pero que, en cualquier caso les
llena de rabia o de amargura.
Ya
hemos dicho que la novela está narrada desde la primera persona de Lenú, así
que todo lo sabremos a través de su perspectiva. Son dos personajes casi
opuestos pero que se admiran mutuamente y se necesitan siempre, aunque esto
parezca más evidente en el caso de la narradora. Lenú es la mayor de tres
hermanos, es juiciosa, seria, obediente, sensata, influenciable, estudiosa.
Quiere mucho a su padre, de profesión conserje, y menos a su madre con la que
se lleva mal. En la secundaria empieza a destacar en el colegio y sus
profesores convencerán a su padre para que le permita seguir estudiando, aun
con la oposición de la madre, que piensa que eso es una pérdida de tiempo y de
dinero. Así se irá convirtiendo en una brillante estudiante hasta el curso de
preuniversitario, pese a que las condiciones que la rodean no son las más
propicias . Lenú está subyugada y fascinada por Lila y sólo le importa lo que
ésta diga, haga, quiera o piense: “Su
rapidez mental tenía algo de silbido, de brinco, de dentellada letal. Y en su
aspecto no había nada que actuara como atenuante. Iba desgreñada, sucia, en las
rodillas y los codos llevaba siempre costras de heridas que nunca tenían tiempo
de curarse. Los ojos grandes y vivísimos sabían volverse escrutadores, y antes
de cada respuesta brillante, lanzaban una mirada que parecía no sólo poco
infantil, sino quizá ni siquiera humana. Cada uno de sus movimientos indicaba
que no servía de nada hacerle daño, porque sea cual fuere el cariz que tomaran
las cosas, ella habría encontrado el modo de causarte mucho más daño a ti”
(p.48). La admiración que siente Lenú hacia la amiga a veces resulta excesiva,
y llega a molestar el grado de dependencia que siente de ella. Lina, por el
contrario, es rebelde, inteligente, astuta, desconcertante y, a medida que va creciendo, provocadora y apabullante
con sus conductas y actitudes. Después de la primaria no podrá seguir
estudiando y su padre la pone a trabajar en la casa y en el negocio familiar,
-una humilde zapatería-, pero se convierte en una autodidacta que devora libros
que saca de la biblioteca del barrio, libros en los que estudia todo lo que su
amiga estudia en el colegio para así poder ayudarla. No lo hace sólo por cariño
sino para satisfacer un reto personal. Es rencorosa, tenaz, temeraria y parece
sentirse orgullosa de lo que Lenú va consiguiendo aunque a veces parece que
siente envidia. Juntas viven en su infancia los juegos con las muñecas, sus fantasías,
los deberes escolares, los gritos del barrio, las tristezas familiares. Luego
vendrá la adolescencia, los chicos, el acné, los primeros “novios”, las
escapadas a la ciudad...Lenú seguirá estudiando y Lina se convertirá en la
flamante novia de uno de los jóvenes con más dinero del barrio con el que acaba
casándose mientras que Lenú no consigue el amor de Nino, del que está
enamorada. El final te deja un sabor triste, el mismo que tiene Lenú cuando se
da cuenta de que todo en el barrio es sucio y vulgar y de que ella no podrá
salir de todo eso por mucho que estudie y sea una alumna brillante: “La plebe éramos nosotros. La plebe era
ese disputarse la comida y el vino, ese pelearse para que te sirvieran el
primero y mejor, ese suelo mugriento por el que los camareros iban y venían,
esos brindis cada vez más vulgares” (p.384). Y dado que al final no se
cierra el círculo de encuentro con el inicio de la novela, es evidente que la
autora tenía decidida ya su continuación.
Destaquemos también los múltiples
personajes que pululan en torno a las dos protagonistas: amigos y amigas,
vecinos, familiares, maestros...todos ellos convierten la narración en un coro
que acompaña con su música a las dos solistas.
El estilo es muy directo, fluido,
íntimo y evocador de una etapa de la vida y de un tiempo pasado que no es
percibido como mejor, quizá por eso no hay demasiada añoranza de lo pasado. Pero
además, este estilo se aúna perfectamente con un contenido que es
fundamentalmente emocional, y que ayuda a entender el éxito apabullante de
público y crítica, éxito que no acabo de ver justificado del todo. La novela
toca muchos aspectos pero los deja un poco a medias, apenas esbozados o
insinuados, de modo que en algún sentido resulta un tanto fallida. Es, en fin,
entretenida y de muy fácil lectura.
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