martes, 24 de enero de 2017

FERRANTE, Elena, La amiga estupenda, Lumen, Barcelona, 2016




   Primera de las cuatro novelas que conforman la tetralogía escrita por la misteriosa Elena Ferrante. Misteriosa hasta el 2016, porque en octubre de este año, el periódico italiano Il Sole, aunque con procedimientos de investigación no muy lícitos, daba a conocer la verdadera identidad de esta autora que no es otra que Anita Raja, napolitana, con ascendencia polaca y judía, traductora de profesión y de 63 años de edad quien confirmaba la noticia poco tiempo después. La verdad es que esto poco importa para la valoración literaria de la novela y suponemos que sí importa para otras cuestiones que, por lo que tienen de extraliterarias, no nos interesan en absoluto.
            
   La novela arranca cuando a Lenú le comunican la desaparición de Lila, su mejor amiga desde la infancia, pero inmediatamente esto queda relegado y la narradora, Lenú, hace un gran salto al pasado para empezar a contarnos su relación desde que se conocieron cuando apenas tenían tres años. Asistimos así a un demorado y prolijo relato de la infancia y adolescencia de ambas, de sus trayectorias, de sus familias, de su evolución individual pero, sobre todo, de su inquebrantable amistad, y todo ello situado en un humilde barrio de las afueras de Nápoles. Ambos elementos, esto es, la creación de los dos personajes protagonistas así como del ambiente en que nacieron y vivieron esos períodos de su vida son sin duda, los dos grandes aciertos de la novela.
            
   Empecemos por ese ambiente. Hemos dicho que, salvo alguna pequeña incursión en la propia ciudad de Nápoles, toda la narración se sitúa en uno de sus barrios que, sin duda, la narradora conoce bien y que es fundamentalmente humilde y poblado por gentes trabajadoras, rudas y resignadas con la vida que les ha tocado. La cultura no tiene valor y la dureza, a veces brutalidad, empaña las relaciones entre sus habitantes. Impera la posesión de dinero de forma que el que tiene un poco destaca por encima de todos y se convierte en el amo y señor. Prima la astucia, la habilidad personal, la arrogancia ausente de valores, la inteligencia natural para sobrevivir de la manera mejor posible. Una cierta tristeza, una asunción de la miseria, una desesperanza lo impregna todo de forma que el lector se siente transportado a ese ambiente perfecta y prolijamente descrito, y asiste atónito a conversaciones, insultos, peleas, riñas familiares, malos tratos, esperanzas, sentimientos de inferioridad. Pocas veces aflora entre sus habitantes el amor, la cordialidad o la sensibilidad y el barrio entero parece estar condenado a la miseria que lo impregna todo. Ellos mismos, cuando algunas veces salen de los límites de este entorno y se acercan a la ciudad, son conscientes de su inferioridad, de todo lo que la vida les está quitando y, por tanto, muchas veces aflora el rencor, rencor que pocas veces es sentimiento de clase pero que, en cualquier caso les llena de rabia o de amargura.
            
   Ya hemos dicho que la novela está narrada desde la primera persona de Lenú, así que todo lo sabremos a través de su perspectiva. Son dos personajes casi opuestos pero que se admiran mutuamente y se necesitan siempre, aunque esto parezca más evidente en el caso de la narradora. Lenú es la mayor de tres hermanos, es juiciosa, seria, obediente, sensata, influenciable, estudiosa. Quiere mucho a su padre, de profesión conserje, y menos a su madre con la que se lleva mal. En la secundaria empieza a destacar en el colegio y sus profesores convencerán a su padre para que le permita seguir estudiando, aun con la oposición de la madre, que piensa que eso es una pérdida de tiempo y de dinero. Así se irá convirtiendo en una brillante estudiante hasta el curso de preuniversitario, pese a que las condiciones que la rodean no son las más propicias . Lenú está subyugada y fascinada por Lila y sólo le importa lo que ésta diga, haga, quiera o piense: “Su rapidez mental tenía algo de silbido, de brinco, de dentellada letal. Y en su aspecto no había nada que actuara como atenuante. Iba desgreñada, sucia, en las rodillas y los codos llevaba siempre costras de heridas que nunca tenían tiempo de curarse. Los ojos grandes y vivísimos sabían volverse escrutadores, y antes de cada respuesta brillante, lanzaban una mirada que parecía no sólo poco infantil, sino quizá ni siquiera humana. Cada uno de sus movimientos indicaba que no servía de nada hacerle daño, porque sea cual fuere el cariz que tomaran las cosas, ella habría encontrado el modo de causarte mucho más daño a ti” (p.48). La admiración que siente Lenú hacia la amiga a veces resulta excesiva, y llega a molestar el grado de dependencia que siente de ella. Lina, por el contrario, es rebelde, inteligente, astuta, desconcertante y, a medida que va creciendo, provocadora y apabullante con sus conductas y actitudes. Después de la primaria no podrá seguir estudiando y su padre la pone a trabajar en la casa y en el negocio familiar, -una humilde zapatería-, pero se convierte en una autodidacta que devora libros que saca de la biblioteca del barrio, libros en los que estudia todo lo que su amiga estudia en el colegio para así poder ayudarla. No lo hace sólo por cariño sino para satisfacer un reto personal. Es rencorosa, tenaz, temeraria y parece sentirse orgullosa de lo que Lenú va consiguiendo aunque a veces parece que siente envidia. Juntas viven en su infancia los juegos con las muñecas, sus fantasías, los deberes escolares, los gritos del barrio, las tristezas familiares. Luego vendrá la adolescencia, los chicos, el acné, los primeros “novios”, las escapadas a la ciudad...Lenú seguirá estudiando y Lina se convertirá en la flamante novia de uno de los jóvenes con más dinero del barrio con el que acaba casándose mientras que Lenú no consigue el amor de Nino, del que está enamorada. El final te deja un sabor triste, el mismo que tiene Lenú cuando se da cuenta de que todo en el barrio es sucio y vulgar y de que ella no podrá salir de todo eso por mucho que estudie y sea una alumna brillante: “La plebe éramos nosotros. La plebe era ese disputarse la comida y el vino, ese pelearse para que te sirvieran el primero y mejor, ese suelo mugriento por el que los camareros iban y venían, esos brindis cada vez más vulgares” (p.384). Y dado que al final no se cierra el círculo de encuentro con el inicio de la novela, es evidente que la autora tenía decidida ya su continuación.
            
   Destaquemos también los múltiples personajes que pululan en torno a las dos protagonistas: amigos y amigas, vecinos, familiares, maestros...todos ellos convierten la narración en un coro que acompaña con su música a las dos solistas.

            
   El estilo es muy directo, fluido, íntimo y evocador de una etapa de la vida y de un tiempo pasado que no es percibido como mejor, quizá por eso no hay demasiada añoranza de lo pasado. Pero además, este estilo se aúna perfectamente con un contenido que es fundamentalmente emocional, y que ayuda a entender el éxito apabullante de público y crítica, éxito que no acabo de ver justificado del todo. La novela toca muchos aspectos pero los deja un poco a medias, apenas esbozados o insinuados, de modo que en algún sentido resulta un tanto fallida. Es, en fin, entretenida y de muy fácil lectura.

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